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Viaje al silencio

Es un buen momento, ahora que hace diez años, para recordar un viaje singular. En enero de 2013 emprendí una escapada en bicicleta por Finlandia. Un país del frío hay que visitarlo, pensé, en su momento de esplendor: el invierno, ya me entendéis. Son aquellos meses que enamoran la luz, que no supera la intensidad de una palidez somnoliento, y los colores pierden cuerpo hasta diluirse en una atmósfera vaporosa bañada por la debilidad lumínica. Los paisajes se transforman en una realidad en blanco y negro, rica en gama de grises que oscila entre la blancura inmaculada y el negro opaco. Aquel enero transitábamos por espacios abiertos, vacíos, saturados de ausencias, que mostraban un contraste bajo, sin sombras -o pocas- donde todos los colores del blanco se superponían uno sobre el otro, atraídos por un gris medio que capitaneaba la escena .

 

 

Este descalabro cromático y ambiental se producía en medio de un silencio denso, multiplicado por la nieve y sus capacidades insonorizadoras. La soledad reinaba de una manera excepcional, protegida por bosques infinitos con árboles de perfil longiforme. Incluso el pedaleo sobre el manto continuo de hielo y nieve dejaba escapar, con esfuerzos, el ruido de los clavos de las ruedas al agarrarse a la superficie helada.

Avanzábamos los cuatro compañeros uno tras otro, o desordenadamente, sin pronunciar palabra, silenciosos, impregnados de esta realidad hecha de ausencias, inmersos en pensamientos algo rígidos debido a las bajas temperaturas, evitando comentarios para no abrir la boca y conservar así el calor de nuestro organismo. Pedaleábamos con ropa de alpinismo, cubiertos de arriba abajo, escuchando permanentemente los cambios de estado del cuerpo en medio de aquel ambiente gélido, controlando mentalmente la temperatura en las extremidades y evitando sudar para no enfriarnos durante alguna breve parada .

Al final de cada jornada, apreciábamos más que nunca la sauna reglamentaria con la que cada cabaña nos recompensaba. Con el calor, reavivíamos, las conversaciones se animaban, disfrutábamos del proceso de descongelación. Todo, todos volvíamos a la vida.

Eliseu T. Climent (@etcliment)

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